Hoy inicio una nueva subserie de entregas, dentro de la serie de Tras la Marca de Odín dedicada al proceso de creación de esta saga de ficción fantástica en la que mezclo la realidad más actual con la mitología nórdica y la ciencia ficción. Todas ellas desde el punto de vista creativo y como escritor, para que podáis conocer un poco mejor como nació el complejo y extenso universo de ‘La Marca de Odín’.
En esta primera entrega quiero centrarme en el origen de todo, en como fue el momento en el que surgió la chispa de ‘La marca de Odín’ y de como afronté su confección desde el punto de vista de escritor. Seguro que muchos de vosotros os habéis preguntado como surgen las ideas de los libros, que proceso siguen los autores para escribir sus libros. Hoy os daré mi visión particular de este tema.
A la hora de afrontar un proyecto de estas características uno debe tener muy claro que es mucho más complejo que escribir un libro tal cual. Cuando hablamos de una saga, hablamos de una historia extensa, una trama con numerosas ramificaciones y con una complejidad que debe aumentar según se avance en ella. No se trata de tener una idea y de empezar a escribir y ver que sale. Se debe ir mucho más allá.
En mi caso, todo empezó con una visión de la ciudad de Sevilla y su cielo. Una visión en la que vi una escena que me golpeó con mucha fuerza e intensidad. Ese evento generó en mi una inspiración que hacía tiempo que no experimentaba y empecé a escribir y a darle vueltas a la misma. ¿Qué podía haber sucedido para llegar a ese punto? ¿Qué podría suceder tras esa escena? Pronto comprendí que estaba ante una gran historia que cada día crecía más y más y que requería de mi toda mi energía y visión para hilarla. De hecho, durante los dos primeros años me dediqué exclusivamente a escribir fragmentos sueltos, tanto en mi cuaderno de borradores como en ordenador, y a documentarme e investigar como darles forma coherente. Cuando empecé a tener una visión global de lo que estaba haciendo me di cuenta de que estaba ante un proyecto enorme, ante una saga literaria más que ante una idea para un libro independiente.
Es en ese momento cuando uno comprende que más que tener claro el principio de la historia, hay que tener asegurado el final. Cuál es el objetivo final al que se quiere llegar. En mi caso, yo partía como punto de partida con un punto intermedio en lo que sería la historia. Necesitaba vislumbrar su origen, pero también, cuál sería su final. Y una vez que lo consiguiera debía ser capaz de hilar fino para poder unirlos de forma elegante y que encajase todo.
Yo tenía una historia muy clara, con unos personajes muy concretos, pero entendí que para que sus hazañas fueran creíbles, para que su historia fuera consistente, antes de centrarme en ella tenía que crear todo el universo en el que estuviera encajada. De esto tiene mucha culpa J.R.R. Tolkien, una de mis grandes influencias. Como la mayoría sabréis, la trilogía del Señor de los Anillos no es más que uno de los últimos capítulos, y más breves, del Silmarilion, el gran compendio en el que se reúne toda la historia de la Tierra Media y de su mundo. Una obra que no llegó a terminar en vida, pero que su hijo finalizó en mayor o menor medida.
Así fue como durante esta primera etapa de creación me centré en dar forma al universo. El principal paso fue crear y especificar cerca de 60.000 años de historia a dos bandas. Primeramente, la nuestra, la que todos conocemos, o creemos conocer. Y por otro lado, otra historia, perdida en el tiempo, pero que tiene una gran importancia en la saga. Una pista la encontráis en el prólogo del libro con lo de «En algún lugar al noroeste de Noruega. Hace 60.000 años».
He de confesaros que ha sido una labor titánica. Más conociendo que mucho de todo el material que he escrito y creado puede que nunca vea la luz, que nunca se hable directamente de él. Pero es necesario pues da un contexto, una riqueza creativa que de otra forma no tendría. También permite asegurar una concordancia con lo que se narra y dar un sentido hacia donde se quiere ir. Por otro lado, también es una fuente casi infinita de historias, contenidos, con los que extender el universo más allá de la historia principal. Al fin y al cabo, lo que se cuenta en ‘La marca de Odín: El despertar’ no es más que la punta del iceberg. Un iceberg que iremos descubriendo mejor a medida que leáis los siguientes libros y todos los contenidos extendidos.
Con esto finalizo este primer capítulo, espero que os haya resultado interesante y ya os aviso que le seguirán otros centrados en más aspectos relacionados con la creación de la saga de ‘La Marca de Odín’, como el proceso de selección de localizaciones, sus personajes, etc.
Xavier Marcé