Kira Takeda es sin ninguna duda la mayor promesa de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. El primero en su promoción en la Academia de las Fuerzas Aéreas, ha destacado en todos los campos necesarios para ser el mejor piloto de combate de la historia. Desde cálculo de trayectorias, matemáticas, física, pasando por una destreza sin igual a la hora de pilotar cualquier avión de combate. Por no mencionar un don innato para realizar maniobras impensables, que más de un problema le ha causado con sus superiores.
Su pasión por volar viene desde que no era más que un crío. Desde la primera vez que vio volar un caza por encima de la casa de sus tíos, sintió que su sueño y meta en la vida era poder pilotar y surcar los cielos, por muy lejos que estuvieran.
A pesar de haberse criado con sus tíos en Estados Unidos, Kira nació en Japón, lugar que abandonó tras la muerte de sus padres en un trágico incendio del que sobrevivió milagrosamente. Fiel a las tradiciones japonesas, Kira ha sido siempre un joven muy trabajador y algo introvertido.
Cuando el teniente coronel Jack Preston se le acercó para proponerle formar parte de su equipo vio como había llegado la oportunidad de su vida. Formar parte del proyecto Fénix no solo le ha permitido volar a diario, sino influir en el diseño final de los prototipos. Cualquier miembro del equipo de ingeniería y de pruebas puede afirmar con rotundidad que parece que tanto Kira como el Fénix hayan sido hechos el uno para el otro.
Kira se siente muy ilusionado por el momento que atraviesa. Es consciente de que el proyecto Fénix puede catapultarlo a su sueño más ansiado, volar al espacio. Pero en su interior aún siente algunas dudas sobre su pasado que lo carcomen. Especialmente, el no poder recordar el día del fallecimiento de sus padres en el incendio. Al ser el último descendiente de un linaje centeario, Kira nota el peso de todos sus antepasados sobre sus espaldas.