La orden de las Valkirias

Si dos años antes a un boreano de a pie se le hubiese preguntado sobre la Orden de las Valkirias, habría contestado que se trataba de una organización tradicional, que cuidaba el legado del Gran Padre Odín. Diría que era un Vanir menor, sin capacidad ni influencia real dentro de la Federación, más allá que la de cuidar el Templo de Odín. Evidentemente, eso era lo que habría respondido alguien cualquiera sin acceso a información e influencia real dos años antes. En la actualidad, hasta el menos influyente de los ciudadanos ya había abierto los ojos al poder e importancia real de la Orden de las Valkirias dentro de la Federación Boreana…

 

La realidad era que, a pesar de la reciente revelación de la naturaleza real de la Orden y su exhibición de poder, con la posesión de la Naglfar y la declaración de unos activos militares y científicos sin parangón, muchos seguían sin conocer su historia real. Para la mayoría era una organización ceremonial creada en algún momento tras el periodo posterior al Gran Exilio y la fundación de la ciudad de Asgard.

Eran pocas personas en la Federación las que tenían una idea aproximada de la realidad e historia de la Orden de las Valkirias. De entre ellas, la historiadora Alvit, era, posiblemente, la mayor experta tanto en la Orden como en la de historia del pueblo boreano. A través de todos los estudios e investigaciones que había hecho en todos los registros, bancos de datos, restos arqueológicos y escritos, Alvit había determinado que la fundación de la Orden había sido en el año 50 D.G.E. (Después del Gran Exilio), hacía cerca de 60.000 años.

Supuestamente, la Orden se fundó coincidiendo con la fecha oficial de la muerte del Gran Padre Odín, con el objetivo de promover y defender su legado. Ella sabía que, en realidad, Odín, no había fallecido en ese año, sino mucho, muchísimo después. A pesar de que el pueblo lo lloró durante largo tiempo y hubo un mes de luto oficial, Odín había seguido con vida, pero recluido tras las puertas del Templo de Odín, bajo la colina del Gran Exilio. Alvit había podido descubrir que durante todo ese tiempo, numerosos integrantes de la Orden lo habían asistido y ayudado en las tareas de construcción de las instalaciones subterráneas. No solo eso, sino también de todos los artefactos y tesoros que había creado. ¿Cómo lo habían hecho? Ese seguía siendo un gran misterio, nadie lo sabía. Nadie sabía cómo el Gran Padre Odín había logrado construir la Valhalla, el Gungnir, las instalaciones subterráneas, tecnologías más allá de su comprensión actual… Pero lo cierto era que lo habían hecho, al lado mismo de su pueblo sobre la superficie. Sin que nadie sospechara lo más mínimo.

Desconocía cuándo había muerto Odín en realidad. Nadie lo sabía. Pero lo que sí tenía claro era que sus ayudantes, los miembros fundadores de la Orden de las Valkirias, habían seguido instrucciones muy precisas durante miles de años. Prueba de ello había sido el envío de las sondas que habían encontrado en el viaje de regreso desde Midgard. También la misión científica que habían encontrado en la estación de los Precursores. E, incluso, el salvar a la última tribu de los Jotuns de Borealis y, mucho más tarde, enviarlos a Jötunheim. Y a pesar de ello, la mayoría de los seguidores de la Orden, incluido sus dirigentes a lo largo de los siglos, habían desconocido muchas de las cosas que habían hecho sus antecesores. La conclusión que Alvit había extraído era que, de alguna manera, Odín había logrado compartimentar sus órdenes e información, para que solo los responsables de cada momento dado, fueran conocedores de las mismas. También debía haber indicado que no se dejara ningún registro de cada acción. Alvit no podía más que maravillarse al pensar que la máxima del Gran Padre, de que todo estaba conectado, no dejaba de cumplirse una y otra vez a lo largo de la historia y del destino de la Federación.

Con todo ello, posiblemente el mayor logro de la Orden había sido conseguir ocultar todo su potencial y tamaño a lo largo de miles de años. El sistema de reclutamiento era muy exhaustivo y todos los miembros juraban el secreto una vez eran captados. Por otro lado, una gran parte de los integrantes de la Orden provenían de los linajes de los primeros fundadores. Se consideraba un legado familiar y un deber casi sagrado el continuar con su labor. Ejemplo de ello eran todas las candidatas a ser integradas en la unidad que daba nombre a la orden, las Valkirias.

Y es que a pesar del secreto que giraba en torno a la naturaleza real de la Orden, había muchos elementos públicos, visibles a simple vista. Cada Gran Padre y Gran Madre de la Federación era nombrado líder honorífico de la Orden. De hecho, en realidad, todos ellos, si no eran parte ya de la misma, eran introducidos al legado de Odín y juraban cumplirlo. Las Trece Valkirias también eran conocidas públicamente. Todo boreano sabía que formar parte de la unidad de honor del Gran Padre Odín, era uno de los mayores prestigios para cualquier guerrera. Al fin y al cabo eran mencionadas en la Edda Boreana como las que traerían la llave para abrir la puerta a una nueva era con la que poder sobrevivir a la batalla del fin de los tiempos. Aunque claro, una cosa era creer que eran una figura mítica y otra saber la naturaleza real de las mismas y de su entrenamiento para llegar a convertirse en una de las Trece.

La Orden de las Valkirias se había estructurado de tal forma que en cada momento tenía una parte de sus miembros dedicados de forma activa a sus labores, mientras que otra trabajaba de forma “encubierta” en otros estamentos. Así, tenían plena integración en estamentos como la Armada Boreal, la Guardia Boreal, la red NORNA y cada uno de los grandes consejos de la Federación Boreana y entidades civiles. Una de sus vertientes más públicas era, sin duda, la de la Guardia del Templo de Odín. Esta unidad de combate, integrada por más de veinte mil einherjars, era la encargada de proteger las instalaciones públicas del Templo y sus legaciones en los principales enclaves de la Federación. Al menos oficialmente, ya que hasta la apertura de las puertas interiores, su misión verdadera había sido custodiarlas y mantener oculto los secretos que encerraban.

En la actualidad, todos los hechos acaecidos tras la revelación del Templo de Odín habían elevado la notoriedad, influencia y popularidad de la Orden a cotas inimaginables entre el pueblo boreano. El despegue de la Valhalla, el descubrimiento de la Tierra Madre y el retorno de la misma junto al primer hijo renacido de Odín habían causado un gran impacto entre todos los ciudadanos.

Aunque no todos opinaban igual, desde algunos sectores se habían lanzado grandes críticas por ocultar una entidad de ese calibre. Muchos de los ataques provenían de otros Vanires y organizaciones, que veían peligrar su capacidad de influir en el destino de la Federación. En el mismo gobierno, era sabido que algunos Grandes Maestros no veían con buenos ojos que la Orden tuviera tanto poder. Algunas de las voces críticas acusaban a la Orden de ser una herramienta de uso privado de la Gran Madre Sif, sin ningún tipo de control del Gran Consejo.

Mientras que desde la Armada Boreal y la Guardia Boreal se podían oír opiniones encontradas. Por un lado había muchos guerreros y oficiales que sentían una gran admiración por la Orden y soñaban con luchar al lado de las Trece Valkirias y Luis das Odin. Por otro, el haber sido relegados de poder cumplir el mandato máximo del Gran Padre Odín era algo que no había sentado bien a otros. Fuera como fuese, la nueva identidad de la Orden de las Valkirias había llegado para quedarse en la Federación. Todos, tanto sus integrantes, como el resto de habitantes boreanos deberían aprender a coexistir y trabajar juntos si deseaban sobrevivir al fin de los tiempos, al Ragnarok.